El Ángulo de Fase (PhA), medido mediante el análisis de impedancia bioeléctrica (BIA), es un indicador clave asociado con el envejecimiento y la mortalidad en los adultos mayores. Este estudio* evaluó la relación entre el estado nutricional y el PhA en personas mayores de 65 años.
Se analizó a 212 participantes que se sometieron a chequeos médicos entre 2018 y 2021 en el hospital de Kameoka, Japón. Se realizó análisis de composición corporal con el InBody 720, estudios bioquímicos de sangre y evaluación de la ingesta de nutrientes mediante un cuestionario auto-administrado basado en las Tablas Estándar de Composición de Alimentos de Japón. El peso corporal ideal (PCI) se definió como 22 kg/m2× altura m², y la ingesta energética total ajustada por PCI se calculó como kcal/día ÷ PCI. Dado que los valores de PhA varían significativamente según el sexo, los análisis se realizaron por separado para hombres y mujeres. Los participantes fueron clasificados en dos grupos, bajo o alto, de acuerdo con el punto de corte para PhA: 4.95° en hombres y 4.35° en mujeres.
Los resultados mostraron que los participantes de mayor edad tenían valores más bajos de PhA, tanto en hombres como en mujeres. Los hombres con PhA bajo presentaron un índice de masa corporal (IMC) menor (p = 0.0024), peores hábitos de ejercicio (p = 0.0429) y una menor masa de músculo esquelético (MME) en comparación con el grupo de PhA alto. En las mujeres con PhA bajo también tuvieron menor MME, pero sin diferencias estadísticamente significativas.
En cuanto a los marcadores séricos de estado nutricional, los participantes con PhA bajo mostraron niveles séricos más bajos de albúmina y colinesterasa en comparación con el grupo de PhA alto (p = 0.0004 en hombres; p = 0.0070 en mujeres). Al comparar la ingesta energética y nutrimental, los hombres con PhA bajo tuvieron una menor ingesta de energética total y de hidratos de carbono por PCI que los hombres con PhA alto, mientras que en las mujeres no se observaron diferencias significativas.
Se concluye que el PhA es una herramienta valiosa para identificar riesgos relacionados con el envejecimiento y ayuda a los clínicos a diseñar intervenciones nutricionales personalizadas, promover hábitos alimentarios saludables y garantizar un consumo energético adecuado, especialmente en hombres mayores, podría mejorar tanto el estado nutricional como la calidad de vida de esta población.